Los desafíos de la prevención y el trabajo en red
Este artículo forma parte de la sección “La misión de la vida consagrada frente a los abusos”, publicada mensualmente en la revista española 'Vida Religiosa'. Los autores de los artículos son docentes, colaboradores y alumni del Instituto de Antropología de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
Los desafíos de la prevención y el trabajo en red
Una de las grandes oportunidades que nos ofrece el mundo global e interconectado en que vivimos es el trabajo en red. En un sentido amplio, una red se compone de diversos elementos conectados entre sí con un objetivo común. En una red todos aportan y todos pueden beneficiarse. Y es en red como más y mejor podemos seguir avanzando con el objetivo de prevenir el maltrato y responder a las situaciones de abusos de menores y personas vulnerables en la Iglesia.
Son ya muchas las experiencias de trabajo en red que se están desarrollando en el campo de la prevención en el marco eclesial, tanto en el contexto diocesano como a iniciativa de familias religiosas. Actividades de formación y sensibilización, programas de prevención, de escucha y atención a víctimas, de intercambio de recursos, reflexión, oración y aprendizajes compartidos.
Trabajar en este campo no es fácil y muchas veces supone experimentar la soledad, la incomprensión o el enfrentamiento, no sólo con los de fuera sino también con los de dentro. Por otro lado, en el seno de las comunidades religiosas sigue habiendo necesidad de hablar, de compartir, de sentirse escuchados. Es importante que haya personas a las que dirigirse y claridad en los pasos a seguir cuando sea necesario actuar. Afortunadamente, cada vez hay más religiosos y religiosas convencidos y aportando una inmensa riqueza en la labor de prevención. Es algo que necesitamos cuidar y potenciar.
Será difícil mejorar si caminamos solos. La protección de los más vulnerables y la atención, reparación y acompañamiento de víctimas no se puede plantear de forma individual y aislada. La dimensión eclesial de comunión, de sinodalidad, cobra protagonismo en los momentos de crisis. Y no avanzaremos si los males de los demás miembros del cuerpo nos son ajenos y no nos duelen como propios (Cf. 1 Cor 12,26).
En este camino, en esta respuesta como Iglesia, la vida consagrada tiene una oportunidad. Y surge a partir de la amplísima presencia de comunidades religiosas en tantos y tan diversos contextos geográficos, existenciales y multidisciplinares de evangelización. En todos ellos la vida consagrada está llamada a ser profética y a potenciar el trabajo en red para fomentar una cultura del buen trato.
Publicado en la revista ‘Vida religiosa’ en enero de 2022